El conjunto está montado con dos bloques de mármol, y entre ellas otra pequeña escultura de una persona de rodillas, que representa a los judíos que fueron obligados a limpiar las calles de Viena, después de la anexión de Austria a Alemania, en marzo de 1938: médicos, profesores, universitarios y otros famosos ciudadanos de la ciudad fueron degradados de este modo, mientras los vieneses se mofaban de ellos.
Elementos separados, hechos de granito del área del campo de concentración de Mauthausen, están en la zona donde se encontraba el Philipphof, que fue destruido durante un ataque aéreo, el 12 de marzo de 1945, enterrando en sus sótanos a más de 300 personas.
Casi ninguno de los monumentos y memoriales austriacos podría catalizar la memoria sobre su pasado, como el provocador monumento de Alfred Hrdlicka “Monumento contra la guerra y el fascismo”, instalado en el centro de Viena, en la Albertinaplatz. Este memorial nos sugiere la increíble futilidad de divorciar el aspecto artístico de un monumento de su significado político e histórico, una separación forzada que últimamente niega a esas instalaciones su función esencial como foco del discurso público.
Los planes para construir un monumento antifascista en Viena comenzaron en 1972. En 1978, las autoridades municipales convocaron un concurso para ese monumento, que estaría colocado frente a la Catedral de San Esteban. La propuesta de Hrdlicka consistía en dos partes: un judío lavando la calle y un relieve figurativo que enlazaría el martirio del patrón de la ciudad con el martirio de los judíos. Dos elementos adicionales recordarían también la represión de los trabajadores por el régimen austro-fascista y el sufrimiento de los civiles en una guerra mundial impuesta por Hitler. La respuesta inicial de la comunidad a estos planteamientos fue de escepticismo.
Además, Hrdlicka había pensado en otro lugar para colocar su memorial: la zona triangular de césped en la Albertinaplatz, cerca de la Ópera y del Café Sacher, frente al centenario Museo Albertina, en el centro de la ciudad. Helmut Zilk, como alcalde de la ciudad, permitió la utilización de la plaza. Tanto Hrdlicka como Zilk veían este lugar como el emplazamiento ideal, no sólo por su centralidad geográfica, sino por los muchos elementos de memoria histórica representados y enterrados allí.
Para Hrdlicka, sólo el monumento de la Albertinaplatz debía recordar a los ciudadanos que el auténtico corazón de Viena había sido envenenado, tanto por los hechos históricos y como, lo que era peor, por la tendencia entre los vieneses a enterrar su pasado sin rastros. El artista recordaba también que en la noche del 12 de marzo de 1945, cerca de 200 vieneses perecieron en un refugio antiaéreo bajo la Albertinaplatz. La decisión de la ciudad de no desenterrar a las víctimas escandalizó a los vieneses en 1945, y nuevamente cuando el lugar fue cubierto para construir la plaza actual.
El 30 de septiembre de 1983, el consejo municipal de la ciudad de Viena votó unánimemente proceder a la construcción del memorial de Hrdlicka, rediseñado. Tras su conclusión, en la noche del 24 de noviembre de 1988, se conmemoró el único monumento de la ciudad “contra la guerra y el fascismo”. Al día siguiente, numerosos profesores llevaron a sus clases y utilizaron las esculturas como texto para la lección del día, en una clara muestra de su importancia pedagógica.
El monumento de cinco piezas comienza, de acuerdo con el artista, con la “puerta de la violencia”, una abertura entre dos columnas cuadradas de granito de la cantera de Mauthausen. Las columnas están compuestas de víctimas de los campos de concentración por un lado, y “soldados caídos” por el otro. Hrdlicka dedicó ese lado de la puerta a lo que denomina “el frente interior”, “donde los cobardes asesinaron a mujeres y niños detrás de las líneas del frente”, para no ser enviados al auténtico frente de batalla. El asesinato masivo no puede disminuirse como un crimen de guerra, según Hrdlicka, sino que debe considerarse un crimen contra la humanidad.
Si las figuras humanas representan a los internos en los campos de concentración, Viena los ha considerado también como las víctimas enterradas en el ataque aéreo. En este sentido, el monumento anti-bélico considera a todas las víctimas como víctimas de guerra, prácticamente sin distinción.
Al pasar a través de la puerta, nos encontramos frente al “judío que lava la calle”, postrado de manos y rodillas. Desde cierta distancia, la escultura de bronce es difícilmente identificable como una forma humana. Cuando se le preguntó a Hrdlicka a quién dedicaba esta figura, éste replicó “al alma vienesa”, una referencia cínica a la indiferencia vienesa ante el destino que sufrieron decenas de miles de judíos austriacos.
De acuerdo con Hrdlicka, la siguiente pieza, “Orfeo entrando en el Hades”, quiere recordar a los observadores los últimos días de aquellos enterrados vivos en el bombardeo de la Albertinaplatz, en relación con los sufrimientos producidos por la guerra entre la población civil.
La última sección del monumento de Hrdlicka es un gran fragmento de roca, en el que están gravadas partes de la declaración de independencia austriaca, fechada el 27 de marzo de 1945, sólo dos semanas después del bombardeo.
El efecto total del espacio de este conjunto nos recuerda a una ruina: columnas fragmentadas, piezas de estatuas, una zona abierta creada por la destrucción de edificios cercanos. La ruda textura de la piedra no sólo captura el siempre presente sentido incompleto de la escultura, sino que también recuerda la violencia explícita del elemento artístico de la memoria: el granito dinamitado en la cantera, el corte y el picado de la piedra, el martillo y el cincel arañando su superficie.
El monumento de Hrdlicka “contra la guerra y el fascismo” conmemora no sólo el lugar histórico y el trauma causado por una sociedad que reclama esas memorias a la conciencia pública después de muchos años de negación, sino también las preocupaciones del público y del artista, tanto estéticas como políticas. Las respuestas al monumento son tan variadas como los visitantes que se acercan.
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Mahnmal gegen Krieg und Faschismus
Albertinaplatz
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