Desde el momento que se decidió que el centro de investigación de cohetes de Peenemünde debía ser recolocado en un proyecto de zona subterránea, quedó clara la necesidad de que el trabajo se realizase en un campo de concentración. El 20 de octubre de 1943, este proyecto, denominado “Zement”, fue aprobado por las entidades responsables de construcción de las SS. Llevó otras 4 semanas hasta que finalizaron los trabajos preparatorios para el nuevo campo de concentración. Un gran número de empresas fueron contratadas para llevar a cabo la construcción de este proyecto, y sus trabajadores civiles debían llevar a cabo la supervisión del trabajo de los prisioneros.
Los primeros 63 prisioneros llegaron a Ebensee el 18 de noviembre de ese año, procedentes del campo de concentración de Mauthausen. Hacia finales de 1943, había aún más de 500 prisioneros en el campo, que debían ser alojados en una antigua factoría. Debían trabajar bajo las condiciones más duras y severas, construyendo los túneles y el futuro campo de concentración.
Debido a las extremas condiciones de vida y de trabajo, muy pronto los presos perdieron su capacidad de trabajar y, en pocas semanas, más del 10% de ellos habían sido devueltos a Mauthausen, por ser incapaces de trabajar. El 6 de diciembre de ese año, el primer prisionero murió en el campo de concentración de Ebensee.
En febrero de 1944, los prisioneros comenzaron a ser alojados en un nuevo campo de concentración, a unos 4 kilómetros fuera de Ebensee. Cuando las SS asumieron abiertamente que se producirían un gran número de muertes en el campo, ordenaron la construcción de un crematorio, en la primavera de ese año, que comenzó a operar el 31 de julio.
El campo continuó ampliándose hasta la primavera de 1945. Dentro de las alambradas eléctricas que lo rodeaban había 32 barracones que alojaban a los presos, 2 que servían como talleres, 2 de hospital, 1 lavandería, 1 cocina con almacén, 1 para los prisioneros “privilegiados” con una cantina, un edificio de administración, 1 lavabo y el crematorio.
Normalmente, las SS seleccionaban sólo a hombres entre los 20 y 40 años para este campo, que fuesen capaces de trabajar y que tuviesen algún tipo de cualificación profesional. La composición de los transportes de presos, reflejaban totalmente la situación política y militar de Europa: la creciente resistencia en los países ocupados provocaba un incremento cada vez más pronunciado de prisioneros de esas zonas. Estas personas, después de llegar a Mauthausen por diferentes vías y después de 2-3 semanas de cuarentena, llegaban a los diferentes subcampos, como Ebensee.
En la primavera de 1944, los transportes de prisioneros llegaban a Ebensee con grandes grupos de italianos y alemanes. En junio, el campo de Mauthausen recibió grandes cantidades de judíos húngaros que habían sobrevivido al proceso de selección de Auschwitz; unos 1.500 llegaron a Ebensee, aunque en los meses siguientes sólo un pequeño número de judíos llegó en los transportes, aunque en la primavera de 1945, los judíos volvieron a ser mayoría en los transportes hacia el campo. En julio de 1944, la mayoría de los presos que llegaban a Ebensee eran prisioneros de guerra soviéticos; en el otoño, prisioneros polacos procedentes de Auschwitz.
En enero de 1945, el número de prisioneros del campo de Ebensee comenzó a incrementarse a pasos agigantados. Los transportes habían dejado de ser organizados sobre la base de las necesidades económicas, y ya nadie se preocupaba de si los presos podían trabajar o no, sino que procedían de los campos evacuados ante el avance del Ejército Rojo, que debían distribuirse entre los diferentes subcampos, que rápidamente quedaron completamente abarrotados. El 29 de enero, 1.999 prisioneros de Mauthausen llegaron a Ebensee, evacuados de Auschwitz el 18 de ese mes, registrados en Mauthausen y enviados inmediatamente hacia Ebensee; eran prisioneros que habían estado de viaje 11 días, la mayoría en vagones descubiertos, sin comida ni agua.
En mayo de 1945, las categorías de presos eran las siguientes: presos políticos, 6.691 (40.68%); judíos, 4.968 (30.20%); prisioneros de guerra y trabajadores civiles soviéticos, 3.935 (23.92%); “criminales”, 791 (4.81%); otros, 38 (0.23%); Testigos de Jehová, 16 (0.10%); homosexuales, 10 (0.06%).
Por nacionalidades, los grupos eran los siguientes: polacos, 5.346 (32.50%); soviéticos, 4.258 (25.89%); húngaros, 2.263 (13.76%); franceses, 1.147 (6.97%); alemanes, 1.107 (6.73%); otros, 627 (3.81%); yugoslavos, 594 (3.61%); italianos, 443 (2.69%); griegos, 282 (1.71%); españoles, 220 (1.34%); checos, 162 (0.98%). En total, 16.449 prisioneros. Uno de los peores transportes llegó a Ebensee el 3 de marzo de 1945: 2.059 prisioneros judíos procedentes del campo de concentración de Wolfsberg, un subcampo de Gross-Rosen.
Hacia mediados de abril de 1945, los transportes de evacuados procedentes de los subcampos de Mauthausen llegaron al campo de Ebensee: 1.773 prisioneros del subcampo de Wels, más de 5.800 de Melk, 1.444 de Amstetten, 407 de Leibnitz y 695 de St. Valentin. Incluso el 3-4 de mayo continuaban llegando presos de los campos de concentración de Melk, Schlier Redl-Zipf, Sachsenhausen y Neuengamme. En 1944 había un porcentaje de 5.000-6.000 presos en el campo, pero el número se fue incrementando hasta los 18.500 en abril de 1945, y los 16.448 el 3 de mayo de ese año.
Esta situación provocó que las condiciones de vida en los barracones del campo empeorasen de mes en mes. Cuando el campo se abrió, aproximadamente 500 presos vivían en cada uno de los barracones, pero su número se incrementó hasta 1.000 con el paso del tiempo. Los barracones no tenían armarios ni mesas, sólo una cama donde el preso debía comer, guardar sus cosas, etc. También había serios problemas con la ropa, porque estaba estrictamente prohibido tener ropa adicional que no hubiese sido entregada oficialmente. Los presos pasaban mucho frío, tanto por su malnutrición, la humedad y el frío ambiente de la zona de Ebensee, situación que provocaba unas tasas de enfermedad muy elevadas.
Las raciones alimenticias eran tan escasas, que los presos estaban siempre hambrientos: si un preso era incapaz de obtener alimentos adicionales, sin ninguna duda, estaba en peligro de morir de inanición o de morir por culpa de las enfermedades provocadas por el hambre y la debilidad. No se trataba sólo de un problema cuantitativo; también la calidad de la comida era completamente inadecuada, y causaba una gran cantidad de enfermedades. Las raciones oficiales asignadas a los presos nunca se alcanzaron: por ejemplo, en febrero de 1944, los presos no recibieron sus raciones de pan durante una semana entera.
Las actividades diarias dependían del tipo de trabajo que fuese necesario. Cada mañana, toda la población del campo (excepto los que se encontraban en el hospital), tenían que pasar lista: allí se establecían las necesidades de trabajo de la jornada y se creaban los grupos destinados a ellas.
Las condiciones de trabajo de cada grupo eran muy diferentes entre ellas. Los que trabajaban en el campo (servicio de barracones, cocina, pelar patatas, panaderos, carpinteros, sastres, electricistas, es decir, todos aquellos que se encargaban del mantenimiento del campo y de sus infraestructuras) eran privilegiados comparados con los presos que debían trabajar fuera del campo: no eran tareas tan duras, estaban protegidos de las inclemencias del tiempo y, a menudo, tenían más oportunidades de “organizarse” comida adicional. Los presos que estaban destinados a pequeños grupos de trabajo fuera del campo, tenían una vida mucho más difícil: además del duro trabajo, tenían menos oportunidades para conseguir comida. El peor destino era la “cantera”, los túneles de Ebensee donde trabajaban la mayoría de los presos del campo. Normalmente, los presos debían trabajar en turnos de 11 horas, 7 días a la semana.
La construcción de los túneles de Ebensee la realizó una serie de empresas y compañías, muchas de las cuales aún se encuentran en activo actualmente, aunque utilizando a presos como mano de obra. Las empresas proporcionaban los capataces que supervisaban el trabajo de los presos.
El número de presos que eran solicitados por las empresas era, usualmente, más alto que el de aquellos que estaban capacitados para el trabajo. Pero las SS estaban muy interesadas en favorecer el trato con las empresas y, por tanto, se esforzaban en proporcionar tantos presos como fuese posible, sin tener en cuenta cuantos muertos pudieran producirse.
Para conseguir incrementar la capacidad laboral de los presos se utilizaban el terror sistemático, como quedó en evidencia en los informes que proporcionaron los presos supervivientes. No sólo debían trabajar cada vez más deprisa, sino que las medidas de seguridad fueron totalmente olvidadas durante la construcción de los túneles, porque debían acabarse lo antes posible y, en parte, porque no había medios disponibles: era mucho más sencillo reemplazar a un preso por otro.
El 6 de mayo de 1945, las tropas del Ejército americano liberaron el campo de concentración de Ebensee. A pesar de los esfuerzos de la ayuda médica proporcionada en un hospital de campo, unos 750 presos murieron en las semanas siguientes a la liberación.
Desde julio de 1945 hasta enero de 1946, el Ejército americano utilizó el antiguo campo de concentración para internar a miembros de las SS alemanes de la Panzerdivision Hohenstauffen, y posteriormente sirvió como campo para personas desplazadas. |