El debate sobre la memoria
La fotografía como documento histórico
Diferentes perspectivas
Fotografía e investigación histórica
La fotografía y la representación de la memoria
El dilema sobre la fotografía


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La fotografía como evidencia
La representación gráfica y la construcción de la memoria colectiva del Holocausto


La fotografía y la investigación histórica: uso y abuso


Conclusiones

Los estudios sobre el Holocausto deben ser una actividad sostenida y comprometida, enraizada en el imperativo de recordar. Reconocemos las contradicciones relacionadas con este proyecto: para poder hablar sobre representación y Holocausto, estamos obligados a asumir una serie de debates que han ido introduciendo nuevos términos, como “post-memoria” (Marianne Hirsch), “realismo” (Saul Friedländer), y “efecto Holocausto (Ernst van Alphen), como medios de navegar a través de las complejidades del sujeto.

Es profunda la forma en la que el Holocausto ha interrumpido en las nociones convencionales de ver, en el dominio de lo visual, en la cultura occidental. El mundo visual ha tenido un estatus epistemológico (medio que explica en términos o teorías ya establecidas o conocidas, una teoría o fenómeno nuevo) privilegiado: es una precondición y garantía de conocimiento y entendimiento. Ser un testimonio de algo implica más o menos automáticamente la comprensión y aprensión de la situación o hecho observado.

Este lazo entre ver y comprender, sin embargo, ha sido radicalmente interrumpido en el caso de las experiencias de las víctimas del Holocausto. Es debido a esta interrupción que “ver” y la descripción de la impresión visual tiene un papel tan esencial en los testimonios de los supervivientes del Holocausto. En esos testimonios, lo visual funciona más como el retorno no modificado de lo que sucedió, en lugar de cómo una forma de acceso o penetración en lo que sucedió (en lugar de ser la materia prima para ser procesada en el entendimiento).

Quizás es debido a esta naturaleza fuerte, incluso problemática, frente a un desastre de la magnitud del Holocausto que se han concentrado debates tan intensos sobre las artes visuales que lo representan. Los testigos ven con sus propios ojos lo que sucedió, y las imágenes están impresas para siempre en sus retinas.

Dada la naturaleza inevitablemente retrospectiva de tales informes de los testimonios, el momento de la narración en un testimonio del Holocausto está, por definición, situado tras la liberación. El narrador es incapaz de poner atención a lo que le sucedió en los campos, o a su vida en el presente, tras el Holocausto. Las dos incapacidades están, por supuesto, entrelazadas causalmente, pero esa causalidad no puede ser percibida por el sujeto.

Las imágenes sirven como un recordatorio de lo que una vez fue. Sin embargo, cuando la rara experiencia de ver esas imágenes se examina, resurge una afirmación mucho más compleja, igualmente elocuente. Las imágenes de archivo nos parecen familiares, y sin duda lo son, porque las hemos visto, si no las mismas otras similares, muy a menudo en museos, documentales, libros, etc. Son la clase de imágenes que inmediatamente significan el Holocausto (sin tener en cuenta el hecho de que las fotos fuesen tomadas antes o después de la guerra).