Volver
Inicio
Imprimir
 

Los memoriales y la conmemoración en Bélgica

En Bélgica, la memoria de la ocupación y la represión nazi se ha desarrollado alrededor de memoriales y centros de investigación sobre el período. En estos centros de conmemoración, los documentos contemporáneos, las imágenes y los informes de los testigos hacen que las historias de las víctimas se vuelvan elementos tangibles de esa memoria. La recolección y el análisis de la era nazi juegan un papel importante en la cultura política de todos los países ocupados.

La mayor parte de Bélgica fue liberada en cuestión de pocos días, y tres semanas después se formaba un gobierno de identidad nacional, integrando a comunistas y miembros de la resistencia, en un equipo de gobierno cuyo núcleo se había formado en el exilio de Londres. El nuevo gobierno se presentará como “el gobierno de la resistencia”, y eso provocaría la dispersión y fragmentación del mito de la resistencia al extremo.

Este sistema también aceleró y amplió significativamente el reconocimiento y equiparación de la nación con la resistencia. Dentro del gobierno, los ministros del partido de la resistencia y los comunistas fueron los principales arquitectos de esta política.

El ánimo de la ofensiva conmemorativa que se dio entre agosto de 1945 y marzo de 1947 fue crear una nueva unión de patriotas y antifascistas que diesen legitimidad al nuevo régimen. Cinco años después de la guerra, se habían distribuido más de 140.000 medallas de resistentes, el doble de las tropas resistentes que había inmediatamente después de la liberación. El gobierno introdujo también la noción de “resistencia civil”, incorporando así todas las formas posibles de insubordinación al ocupante, que operaba en una amplia alianza bajo la guía del Partido Comunista belga. El único grupo que emergió como un nuevo medio de memoria fue el de los supervivientes de los campos de concentración.

El éxito más importante de esta política de memoria fue el reconocimiento legal obtenido para el paradigma anti-fascista.

Los sucesivos gobiernos católicos o sus coaliciones, marcaron la política de rehabilitación de los antiguos colaboracionistas, liderada en primer lugar por una alienación de la opinión católica sobre la memoria de la resistencia.

Uno de los problemas planteados por esta memoria fue que dejaba fuera a la opinión pública nacionalista flamenca. La extrema derecha nacionalista flamenca había colaborado con los alemanes y estos habían descalificado, durante la primera fase de la posguerra, al conjunto del movimiento nacionalista flamenco.

El trauma de los campos de concentración provocó un fuerte impacto en los años de la posguerra, y la herencia moral especial de los supervivientes fue universalmente respetada. Las disputas referentes al estatus de los diferentes grupos de prisioneros o supervivientes, finalizaron en el compromiso “nacional” para excluir a los judíos de cualquier tipo de distinción honoraria.

La experiencia común de los campos y la solidaridad que apareció, permitió a los supervivientes superar las profundas divisiones de la sociedad belga de posguerra. La memoria de la persecución nazi está íntimamente entrelazada en la política belga de posguerra. Era no sólo una memoria social, sino que era de gran importancia política. Y, en ese contexto, una memoria histórica no tenía ninguna oportunidad frente a las necesidades sociales o políticas.