El fracaso de la estrategia de la guerra relámpago (Blitzkrieg) en el Este y la prolongación de la guerra contra la URSS, fueron elementos que enfrentaron a la economía de guerra alemana a una grave escasez de mano de obra. Además, los prisioneros de guerra soviéticos no se adaptaron, como mano de obra, a las expectativas que de ellos esperaba la dirección de las SS. Sin embargo, el significado que Himmler concedió a la mano de obra, desde 1942, tuvo una notable importancia para los presos no judíos, porque convirtieron a los campos de concentración en una enorme reserva de trabajadores. La custodia de presos por motivos educativos o preventivos ya no era la principal motivación, sino que el peso principal pasó a los aspectos económicos. Los comandantes de los campos pasaron a convertirse en “directores” de las empresas económicas en que se convirtieron los campos, demostrándose que el trabajo de los presos era la prioridad más importante. Como señalaba el Jefe de la Dirección Administrativa y Económica de las SS (WVHA), Oswald Pohl, en abril de 1942, “(...) la guerra ha cambiado ostensiblemente la estructura de los campos de concentración y nuestra tarea en lo que concierne a la organización de la detención. Por razones de seguridad, de corrección y de prevención, la custodia de los presos no está ya en primer plano. El centro de gravedad se ha desplazado ahora hacia el lado económico (...)
[24]”.
En la segunda mitad de 1942 fueron creados, por primera vez en el desarrollo del sistema de campos de concentración, una serie de “campos exteriores” (Außenlagern) destinados a solventar las necesidades de mano de obra de las empresas privadas, fortaleciéndose así la colaboración con la industria alemana. La principal característica era que los presos ya no debían regresar por la noche al campo principal, como pasaba con los comandos exteriores (Außenkommandos), de modo que se podía incrementar la jornada laboral y disminuían los problemas de transporte.
Por regla general, la iniciativa para la creación de un campo exterior procedía de las propias empresas: debían dirigir una solicitud a la dirección económica de las SS (WVHA). En caso de una resolución positiva, se establecían las condiciones previas con el comandante del campo principal del que dependería el campo exterior. De este modo, en el transcurso del tiempo, los campos principales desarrollaron una extensa red de campos exteriores. Una vez que el campo exterior era construido, la comandancia del campo principal proporcionaba a los miembros de las SS, necesarios para el mantenimiento de la administración interna y la compañía de guardia; también se encargaba del transporte de los detenidos, de la vigilancia, del mantenimiento de los presos y de las condiciones médicas y sanitarias. Las empresas, por su parte, construían los alojamientos (que debían seguir las prescripciones de seguridad de las SS). El trabajo era dirigido por capataces civiles, mientras que la supervisión corría a cargo de las SS
[25].
Otra medida para incrementar la productividad del trabajo forzoso, fue la de orientar la grandes oleadas de detenciones hacia los trabajadores civiles polacos y soviéticos que se encontraban en el Reich. Esto provocó que, entre septiembre de 1942 y abril de 1943, el número de presos en los campos de concentración se duplicase (pasando de 100.000 a 203.000 personas
[26]). En este contexto, el mayor grupo de internados pasó a ser el de esos trabajadores, llegados a las industrias del Reich alemán como mano de obra y detenidos posteriormente.
Mientras el número de detenidos se incrementaba, también se estimulaba a los internos para mejorar su productividad, aumentando el ritmo de trabajo, la jornada laboral, etc. Se estableció una serie de órdenes que, en teoría, debían mejorar las condiciones de los detenidos, aunque en la mayoría de los casos fueron ignoradas. Otras medidas adoptadas fueron las de permitir que los presos alemanes recibiesen paquetes de comida de sus familiares y, desde 1943, se permitió a la Cruz Roja Internacional enviar alimentos a los presos.
También se introdujo, para los presos alemanes y para los trabajadores cualificados, la concesión de posiciones privilegiadas y una serie de mejoras en sus condiciones de detención, que les permitían unas mayores posibilidades de supervivencia. Así, desde mayo de 1943 se puso en práctica este sistema de “premios”, que eran aplicados por las empresas privadas para inducir a los presos a mejorar su productividad. En general, por tanto, se produjo una mejora de las condiciones de aquellos presos empleados en la economía de guerra, en el transcurso de la segunda mitad de la guerra. Pero no sucedió lo mismo con aquellos que no eran necesarios para dicha economía.
Esto tuvo como consecuencia un sensible descenso de las tasas de mortalidad entre los presos no judíos, tal como quería la dirección de las SS, aunque es un fenómeno que se debe matizar, porque no tan importante como se pretendía. En primer lugar, los porcentajes ocultaban que los números absolutos de nuevos ingresos eran los que hacían decrecer esa tasa. En segundo, las tasas de reducción de la mortalidad eran parcialmente falsificadas por la dirección de la Inspección de Campos de Concentración. En tercer lugar, los campos comenzaron a deportar a sus presos más débiles y enfermos a los campos de exterminio, y esos ingresos no eran registrados. Finalmente, las medidas para el mantenimiento de la mano de obra se aplicaron de forma muy diferente, según los grupos de presos a los que hiciese referencia.
A partir de mediados de 1944, las oleadas de detenciones masivas y caóticas que se llevaron a cabo en toda la Europa ocupada, mientras se producía la retirada de las tropas alemanas, provocaron un fuerte crecimiento del número de detenidos: en agosto de 1944 eran 524.286 personas, y el 15 de enero de 1945, 714.211 personas. Los deportados, sobre todo en el Reich alemán, comenzaron a sufrir las consecuencias de la superpoblación y la desorganización creciente.
Como ya se ha señalado, la colaboración del sistema de campos de concentración con la economía de guerra alemana provocó, desde mediados de 1943, la extensión del sistema de campos exteriores: a finales de 1942 eran 82; a finales de 1943 186; en junio de 1944 eran 341, y en enero de 1945 eran ya 662. Los presos de estos campos exteriores eran destinados a un gran número de industrias armamentísticas, privadas y estatales, para el trabajo forzoso. Entre estas empresas, la industria aeronáutica jugó un papel especial: en 1944, la firma Messerschmitt acumuló un 35% de su plantilla compuesta por presos procedentes de los campos de concentración de Flossenbürg y Mauthausen; según un informe de la dirección económica de las SS al Alto Mando de la Luftwaffe, de febrero de 1944, se desprende que casi 36.000 presos trabajaban en las diferentes industrias aéreas
[27]. Debido a la expansión de este sistema, los campos principales perdieron una parte de sus mecanismos de control centralizado: los presos trabajaban con otros trabajadores, encargados y capataces civiles.
Los deportados se convirtieron en mano de obra muy barata que, además, tenía la ventaja de poder renovarse constantemente, gracias a la política expansionista alemana. Por tanto, el trabajo había de servir, directa o indirectamente, a la economía de guerra, y por eso la mayoría de los nuevos centros de detención se situaron cerca de centros industriales, minas, canteras, etc. Montserrat Roig señala que, en 1944, las empresas Krupp obtuvieron más de 110 millones de RM de beneficio, con la explotación de 250.000 presos que trabajaban en sus 81 centros de producción. Decenas de miles de estos presos murieron en los campos que se crearon alrededor de estas fábricas, por lo que Arthur Krupp fue condenado, en 1948, a 12 años de prisión y a la confiscación de todos sus bienes; en 1951 fue liberado y, a petición del Canciller Konrad Adenauer, se le devolvieron sus bienes
[28].
Pero el caso de las industrias Krupp es sólo un ejemplo, un símbolo de la simbiosis que se produjo entre el capitalismo y el Nacionalsocialismo, aunque existen otros muchos: IG-Farben, Thyssen, AEG, Siemens, Daimler-Benz, Henschel, Banco de Dresde, Volkswagen, etc., nombres de empresas que se repiten constantemente en los documentos que indican su relación con los campos de concentración y con la explotación de los presos. Empresas que, hoy en día, con el mismo nombre o con otras denominaciones, continúan teniendo gran parte del poder económico de Alemania y Europa.
Las últimas semanas de la guerra, sin embargo, se vieron dominadas por las sangrientas evacuaciones de los diferentes campos de concentración, en las que se alcanzaron las cifras más elevadas de muertos: casi una tercera parte de los 700.000 presos que se encontraban en poder de las SS en enero de 1945 murieron antes de mayo de ese año. Por ejemplo, durante la evacuación del campo de Stutthof (en Danzig, Polonia), el 85% de los presos trasladados al Reich alemán no sobrevivieron a la marcha
[29].